Aproximadamente el 90 por ciento de las plantas con flores, el 75 por ciento de los cultivos alimentarios y el 35 por ciento de las tierras agrícolas mundiales, en cierta medida, dependen de la polinización, según estudios de las Naciones Unidas (UN).
Los polinizadores además de contribuir directamente con la seguridad alimentaria, son indispensables para conservar la biodiversidad.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) reconoce el proceso de polinización como un servicio ecosistémico esencial, el cual a través del tiempo se vio afectado por múltiples factores. La necesidad de proteger y promover a los insectos polinizadores nos obliga a repensar un sistema agrícola con foco en la sustentabilidad y el cuidado de la biodiversidad.
Sharon Rodríguez Sandoval, bióloga, magister en ecología e investigadora líder de proyectos del área Agricultura en Fraunhofer Chile Research (FCR), comenta que la fruticultura es una rama de la producción agrícola que, en el caso de Chile, es de importancia económica en términos de la producción y exportación.
Muchos frutales, son altamente dependientes de la participación de las abejas a través del proceso de polinización, por lo que la apicultura y el uso de colmenas de Apis mellifera, está estrechamente asociada a la producción de fruta. Se debe considerar además el aporte que realizan las abejas nativas (aproximadamente 500 especies chilenas) a la polinización de frutales, como complemento a la labor de la abeja de miel. Conociendo esta contribución, podremos proteger las abejas y la flora nativa e introducida asociadas a ellas.
¿Cómo influye la relación entre agricultura y apicultura con la biodiversidad?
El mayor impacto sobre la biodiversidad, agrega Rodríguez Sandoval, está en el manejo del paisaje agrícola que realiza el productor. En el caso de la fruticultura, paisajes simplificados, con escasa diversidad de flora y, muy especialmente, los monocultivos, inciden sobre la abundancia y riqueza de especies de los visitantes florales, potenciales polinizadores, al limitar la oferta floral y los recursos alternativos (néctar, polen, refugio físico, sitio de cópula y nidificación en el caso de las abejas nativas). Estos paisajes requieren un plan de restauración y manejo sustentable que permita conservar la flora nativa remanente, incorporar bordes florales nativos y todas las alternativas de diversificación disponibles.
De acuerdo a la investigadora del FCR, los protocolos de polinización pretenden ser un aporte en la gestión sostenible del paisaje agrícola asociada a polinización y por lo mismo van dirigidos al productor. Estos protocolos incluyen cuatro variables relevantes del proceso de polinización: paisaje agrícola, bordes florales nativos, abejas nativas y manejo de colmenas con fines de polinización, que están caracterizadas e integradas en el manejo agrícola propuesto en los protocolos, con un enfoque sustentable.
Diferentes investigaciones realizadas y ensayos llevados adelante por especialistas, reafirman las estadísticas globales e indican que más del 70 % de los cultivos, en promedio, depende de la polinización para aumentar los rendimientos. Las abejas a través de la polinización mejoran la calidad y potencian la cantidad cosechada de un gran número de alimentos como almendras, manzanas, arándanos, cerezas, kiwi, paltas, peras, cítricos, algunas hortalizas y girasoles.
Para concluir, Sharon Rodríguez Sandoval señala que, para alcanzar un proceso de polinización realmente sostenible, es importante incorporar un enfoque de paisaje agrícola en el manejo de huertos frutales comerciales, nivel en el que surgen interacciones planta-insecto relevantes en términos ambientales y productivos, por lo que, desde esa perspectiva, hay que trabajar, desde paisaje a producción de fruta, con el objetivo de armonizar la conservación y producción de fruta a través de la adopción de estos protocolos.