El Dr. Mariano Devoto, docente e investigador de la Facultad de Agronomía de la UBA y CONICET, dirigió un estudio para comprender cómo se integran las diferentes escalas (lote, comunidad, paisaje) del fenómeno de la polinización en cultivos de soja.
Su enfoque, si bien se centra en el cultivo, tiene en cuenta la vegetación de los bordes del cultivo y el conjunto de polinizadores presentes allí.
¿A qué conclusión se llegó? La soja forma parte de una compleja red de interacciones en la que participan especies de plantas e insectos nativas y exóticas.
Este sistema se comporta de manera muy compleja ya que cambios en cualquiera de las especies (por ejemplo, la desaparición de alguna de ellas) genera efectos que se propagan rápidamente por todo el sistema, justamente porque todo resulta conectado.
Bordes gourmet y bodegón
Otro resultado interesante: el ancho de los bordes de cultivo es el principal factor que explica las diferencias en composición de plantas y polinizadores entre sitios. Si bien tanto bordes anchos como angostos ofrecen una cantidad similar de recursos florales por unidad de superficie, los anchos ofrecen a los polinizadores un menú más “gourmet” (mayor variedad, pero con menos flores por especie individual, es decir, porciones pequeñas), mientras que los angostos ofrecen un menú “bodegón” (baja variedad, pero con muchas flores por especie individual, es decir, pocos platos abundantes).
Si bien los bordes anchos son mejores desde el punto de vista de la riqueza de especies que albergan, los angostos son lo que proveen una mayor cantidad de alimento (recursos florales) para las especies más comunes y abundantes (que son las que más contribuyen a la polinización del conjunto del sistema).
Esta diferencia en el rol de cada tipo de borde se debe a que los bordes anchos son más estables y dan mayor oportunidad a que se establezcan y subsistan especies atractivas para polinizadores. Los bordes angostos, en cambio, sufren constantes disturbios (deriva de herbicidas, paso de maquinaria, etc.) lo que los mantiene en un estado “joven” en el que dominan muchas dicotiledóneas que producen abundantes flores.
Repensar la función de las “malezas”
Si bien dentro de un lote una especie puede ser considerada como maleza si interfiere de alguna forma con el rendimiento del cultivo, en los bordes de cultivo puede estar cumpliendo un rol distinto.
Los polinizadores aprovechan el néctar y polen que varios cultivos ofrecen durante su floración como alimento. Sin embargo, es necesario mantener esas poblaciones de polinizadores durante toda la temporada para que cumplan su ciclo de vida, se reproduzcan y se perpetúen en el lugar. Justamente las plantas del borde contribuyen a esto: son un sostén fundamental de la biodiversidad animal a lo largo del año. La presencia de especies con temporadas de floración secuenciales ofrece recursos alimenticios que se van renovando a lo largo de la temporada y que ayudan a mantener a los polinizadores. Lo mismo puede decirse de las plantas que funcionan como refugio o alimento de los enemigos naturales de las plagas del cultivo o de otros animales que se comen las semillas de malezas. En definitiva, los múltiples beneficios que resultan de estos refugios con “malezas” son un fuerte argumento a favor de que deberían ser conservados.